sábado, 30 de mayo de 2009

El filósofo y su judeofobia (2)

Alberto Buela, hace muchos años


Respuesta a Alberto Buela (Alberto J. Franzoia)

Como no espero que el filósofo Alberto Buela publique ni comente que además del mensaje, con descalificante dedicatoria incluida, que me envió a mi dirección de correo personal y que ha sido publicado en este foro, hubo una breve respuesta que le hice llegar, se las doy conocer a todos aquellos que puedan tener algún interés en ella. Sólo deseo aclarar que en dicha respuesta dejo de lado algunas diferencias de cosmovisión para ir a los necesarios acuerdos que hacen a la construcción del frente nacional, popular y democrático. Quiero decir con esto que, por ejemplo, no soy partidario de las visiones metafísicas ni creo en la idealizada armonización entre clases sociales con intereses objetivamente antagónicos, pero acuerdo sin discusiones con la siguiente frase expresada por Buela: "pluraridad participativa que se encuentra allí donde la base de la pluralidad incluye la unidad." Ahora bien, esta frase sin embargo no guarda ninguna relación con la teoría concreta que Buela expone con frecuencia, en distintos medios de comunicación, sobre los judíos en Argentina. M i respuesta completa a quien se define como un arkegueta, sin agregar ni quitar nada fue la siguiente:



Señor Buela, le agradezco la dedicatoria, estoy emocionado hasta las lágrimas. Pero no se equivoque estimado filósofo, mi artículo (1) fue una crítica a algunos de sus últimos artículos y entrevistas en los que abordó un tema específico, a saber: la cuestión judía en Argentina.


Usted me envía un trabajo de filosofía general con el que no tengo diferencias sustanciales. Tanto es así que con la frase final de su texto, por ejemplo, acuerdo plenamente:


"De modo tal que la idea metafísica de participación nos enseña a través de su interpretación metapolítica que la auténtica apertura política nace del concepto de pluraridad participativa que se encuentra allí donde la base de la pluralidad incluye la unidad."


Ahora, qué tiene que ver este planteo abstracto con el abordaje concreto que hace del judaísmo. En ningún momento usted hace referencia en las intervenciones que analicé (y no como producto de haber leído ninguna contratapa sino todo su discurso) a la integración de los judíos nacionales, que son muchos, en ese todo inclusivo que es un proyecto nacional y popular para la liberación. Por el contrario su teoría apunta a la discriminación de aquello que considera distinto. Si tomamos al pie de la letra lo que allí dice, casos concretos como Gorojovsky, Isman o Presman, deben ser excluidos porque nada tienen que ver con nosotros. Si me equivoco le pido que me envié momentos de esas intervenciones en las que, este descerebrado platense, seguramente no logró comprender su apuesta a la integración de los judíos como una de las manifestaciones diversas de la unidad nacional.


En realidad lo único que puedo entender de la confrontación entre sus intervenciones específicas sobre los judíos y ese artículo general con el cual acuerdo es un desfase muy fuerte entre los distintos niveles teóricos que utiliza. La teoría general y la regional difieren sustancialmente.


Volviendo a lo que le dije en nuestro debate de 2004 observo que con frecuencia no se pone de acuerdo con usted mismo. Pero bueno, lo digo desde mi humilde condición de platense.


Lo saludo cordialmente y gracias por enviarme su artículo.


Alberto J. Franzoia (desde el zoológico de La Plata, ja...ja...)


(1) EL FILÓSOFO Y SU JUDEOFOBIA, publicado en diversos espacios digitales durante noviembre de 2007. Entre otros: Revista digital Redacción Popular, Avizora Periodismo de Avanzada, y los foros de debate Reconquista Popular y Conozcamos la historia


Le agradezco a Jerónimo que contemple la posibilidad de que yo tenga algún lugarcito asegurado en el cenáculo de la cultura, es demasiado generoso de su parte. En realidad consideré muy necesario publicar en El Ortiba una respuesta al filósofo Buela, porque tiene la costumbre no sólo de insistir hasta el cansancio con esta teoría regional cargada de fobias sobre la cuestión judía en Argentina, sino que además tiene la pésima costumbre de descalificar a sus interlocutores. Bueno sería por lo tanto, que este señor que intenta producir filosofía dentro de la cultura iberoamérica (no utilizo el concepto latinoamerica porque eso daría lugar para otro furioso ataque de su parte) aprenda a debatir ideas con argumentos, no pretendiendo inhabilitar al ocasional crítico de su teoría con descalificaciones tan lamentables como falaces.



Con Buela he tenido un extenso y duro debate en el foro Reconquista Popular hace tres años, y ocurrió exactamente lo mismo: lanza conceptos poco claros, no los define por lo que son utilizados con arbitrariedad, es cíclico ya que vuelve siempre sobre lo mismo y como no acepta ninguna crítica ya que es esencialmente elitista y autoritario, no logra avanzar un paso en su “filosofía”. El artículo que, para colmo, apareció en Tapa de El Ortiga, está directamente dedicado a mi persona en términos peyorativo porque el señor Buela no logró gestar un solo argumento sólido para rebatir la crítica concreta que le formulé en mi artículo: El filósofo y su judeofobia.


Él presenta un análisis ubicado en el campo de la teoría general con cuya tesis central acuerdo plenamente: desarrollar la pluralidad en el seno de la unidad. Y acuerdo con ello porque un país dependiente dentro del sistema capitalista mundial, sólo puede liberarse gestando un proyecto de unidad nacional y popular en el seno del cual se desarrollen cada uno de los sectores que lo integran. Obviamente sólo quedan excluidos los aliados internos del imperialismo, cuyo exponente principal es la oligarquía. Ahora bien, el problema es que cuando Buela baja al nivel de a teoría concreta o regional, comienza a discriminar, y una de las víctimas centrales de dicha discriminación son los judíos. Por lo tanto el artículo que este señor ha publicado en Tapa de El Ortiba, no expresa lo que realmente piensa cuando se trata de gestar proyectos político-culturales concretos. No es que yo no lo entiendo porque los platenses, según Buela, estamos incapacitados para la actividad intelectual (otra de sus lamentables teorías concretas que postula), sino porque lo que expresa en un nivel de alta abstracción es contrario a lo que dice cuando baja a la realidad Argentina del siglo XXI. Pero eso no lo puede ocultar tratando de matar al mensajero.


Alberto J. Franzoia

lunes, 11 de mayo de 2009

El filósofo y su judeofobia

Alberto J. Franzoia

















Transcribimos íntegro el artículo de Alberto J. Franzoia (2007), cuyos conclusiones compartimos al cien por cien. Representan una síntesis excelente del abominable abuso antisemita que Buela hace de la filosofía:

http://www.avizora.com/atajo/colaboradores/textos_alberto_franzoia/0007_filosofo_judeofobia.htm


Tiempo atrás un compañero me envió otro de los insólitos artículos del filósofo autóctono Alberto Buela, el mismo que gusta definirse como arkegueta (un eterno comenzante). Después de leer su contenido debo explicitar plena coincidencia con la aclaración auto referencial; no cabe ninguna duda de que Buela está instalado en un lugar del que no logra salir, del que parece no tener retorno. Da vueltas sobre preconceptos rígidos que, más allá del paso del tiempo, no le permiten avanzar un solo paso. ¿Cuál es el tema más recurrente de este pensador cíclico? El “problema” judío, problema sobre todo para él que es esencialmente un cruzado contra estos individuos con “cara de moishe”. Porque si bien nuestro filósofo tiene una cosmovisión aristotélica-hegeliana, como deja constancia su biógrafa Nora Pavón, con fuertes influencias de la derecha francesa (Julien Freund) como agrega quien escribe, no cabe ninguna duda que la lucha contra el judaísmo constituye un elemento central y reiterado hasta el cansancio en su discurso.

Si recurrimos a expresiones suyas tan sólo de los dos últimos años se observa una insistencia por momentos irritante. En el 2006 se quejó en el programa radial El tren, que conducen Hugo Presman y GerardoYomal, porque el gobierno de Néstor Kirchner enviaba a Bolivia representantes gubernamentales con cara poco recomendable (se refería al dirigente piquetero Rudnik). Cuando los entrevistadores le pidieron mayores precisiones con respecto a qué tipo de cara era esa, el filósofo se despachó con un planteo surrealista: “¡Y, cara de moishe! ¿A quién va a convencer? ¿A quién va a convencer? ¿O lo va a convencer a los bolivianos? Que venga, que venga un tipo con una cara que no es una cara argentina” (sic).

Cuando se le preguntó cuál es una cara argentina, sin inmutarse respondió:

“La cara argentina es la cara de Gardel. Para poner un caso" (sic).

Más tarde, durante mayo de 2007, en un texto publicado en el foro digital Reconquista Popular, para demostrar su “falta de prejuicios” sobre el tema, curiosamente se dedicó a enumerar los apellidos judíos presentes en el gobierno de Néstor Kirchner:

“Si hubiera sido mi intención atribuir todos los males de la Argentina a los judíos hubiera comenzado a hablar del origen judío del apellido Kirchner o de la pareja judía del ministro Ginés González, de los secretarios de Estado Nun, Fuks, y miles de funcionarios de alto rango. Gobernadores, rectores hereditarios de la Universidad de Buenos Aires, etc., etc.”

Pero, para que no quedaran dudas sobre su particular “filosofía”, los señala como los principales responsables del imperialismo financiero: “El imperialismo es uno y "pecunia non olet = el dinero no tiene olor". Pero, y acá algo que nos separa, los dueños de ese dinero imperialista, son en su inmensa mayoría judíos. Pero como este juicio es políticamente incorrecto y no faltará el estulto que diga "también hay banqueros cristianos" (1 cada 200), es por ello que cualquier enumeración de judíos poderosos está prohibida o peor, es tachada de antisemita.”


Hace unos meses Buela publicó otro artículo (1) en el que nos informa sobre la abundancia de filósofos judíos que se citan entre sí y pretenden copar el panorama filosófico nacional a partir de un “pensamiento inconsistente”. Ya que el judío, según él, por su propia condición está inhabilitado para gestar un pensamiento:

“Porque en el orden filosófico y específicamente metafísico es un pensamiento absolutamente inconsistente. Porque la inteligencia judía es un pensamiento residual de Oriente en donde la idea de vacío prima sobre la de ser…”

En realidad esta nueva cruzada del filósofo de la pampa húmeda nace como una crítica a la revista Ñ de Clarín. Lo interesante es que primero aclara que nunca lee ese diario porque siguiendo a su maestro, el nacionalista José Luís Torres, lo considera “el diario de la coima”, pero luego pasa a analizar un número de Ñ que llegó “casualmente” a sus manos:

“Hoy cayó en mis manos la revista de cultura de Clarín “Ñ” en donde, prácticamente, en cada pagina escribe un “ruso” sea Rabinovich, Feindemberg, Fiterman, Schvartz, Kolesnicov, Tabarovsky, Manguel, para terminar en la contratapa con la propaganda de libros de Sergio Chejfec, Mauricio Rosencof y de la hija de León Dujovne, aquel que en la facultad de filosofía peroró hasta su jubilación de su correligionario Baruch Spinoza.”

“A su vez el corazón de la revista está dado por dos artículos de José Feinmann y León Rozitchner sobre filosofía y filósofos argentinos. Y ¿qué dicen estos dos “paisanos”?. Feinmann, además de hablar de él y de sus cursos de Página 12, cita a tres de sus correligionarios, Klimovsky, Güner y el propio Rozitchner. Mientras que León, a boca de jarro, viene a sostener que salvo él, no hay filósofos en Argentina. Y si cita alguno que no es “moishe”, es por la táctica del zorro en el monte, que con la cola borra sus huellas”.

Cuando el filósofo Buela dice “judío” (según sus reiteradas alusiones al tema) se refiere en confuso análisis a una extraña creencia religiosa, y en ocasiones también parece hacer referencia a gente de otra nacionalidad por más que hayan nacido en nuestra patria. En realidad con Buela nunca se sabe exactamente de qué está hablando, porque en sucesivos escritos puede modificar el contenido de los conceptos que usa, e inclusive esa ambigüedad a veces llega a detectarse en un mismo texto. Es decir, la precisión conceptual que debe caracterizar a todo discurso científico del siglo XXI en el campo social e histórico, o en el terreno filosófico, no es uno de sus fuertes. Esto pude comprobarlo en mi debate primero (y único) con Buela en Reconquista Popular durante 2004, cuando detecté que pelea por instalar conceptos que jamás define.

Cuando intenta descalificar a veces sutilmente (si se levanta inspirado) y otras groseramente (la mayor parte de las veces) a los judíos, incurre en la misma falta de rigor: nunca se sabe bien porqué los descalifica en términos filosóficos (o en otras cuestiones), ya que no alcanza con decir:

“…en el orden filosófico y específicamente metafísico es un pensamiento absolutamente inconsistente. Porque la inteligencia judía es un pensamiento residual de Oriente en donde la idea de vacío prima sobre la de ser”.

Si se examina el contenido de esta frase, que Buela pretende presentar como explicativa, sólo se puede inferir que sus críticas tienen mucho más que ver con sus más irracionales fobias que con un discurso concienzudamente elaborado y con un mínimo de datos disponibles para validarlo. Y para no dejar dudas agrega:

“El asunto de los filósofos o pseudo filósofos de origen judío aparece a partir de los años 1960, en el tiempo que aparece también el tema del Holocausto, y ahí surgen como repollos cientos de “filósofos judíos”. Comienzan los diarios y revistas especializadas a plagarse con los nombres de Buber, Arendt, Lévi-Strauss, Levinas, Derrida, Henri-Lévy, Finkielkraut, Gluckman, Agamben, Lowith y tantísimos otros. En Argentina para no ser menos tenemos filósofos “paisanos” a rolete. Y así al voleo nos encontramos con sedicentes “filósofos” como los mencionados Dujovne y Klimosky, luego vinieron los Barilko, Jalfen, Madanes, Heller, Picoti, Kovaldoff, Abraham y hoy Feinmann.”

Sobre el tema cabe recordar que Buela no sólo no utiliza la definición del judaísmo como pueblo-clase (que en lo personal considero la definición más seria) tal como fue expuesta por Abraham León (2), sino que además de sus habituales imprecisiones, parece adherir a la simplificación carente de rigor de identificar judío con una religión (anticristiana) y/o nacionalidad (antiargentina). Pero cualquiera de las dos acepciones es definitivamente incorrecta. Ya hemos expresado en otro artículo que muchos integrantes del pueblo judío no son religiosos, otros lo son pero se manifiestan simplemente como no cristianos (o no creyentes en Cristo), y hasta los hay conversos. Además, como resulta obvio, una gran parte de ellos no nació ni vive en Israel. Claro que hay judíos que nacidos o residiendo fuera de dicho país se identifican plenamente con él y con su política expansiva aliada de EE.UU., pero en ese caso estamos en presencia de sionistas, categoría que incluye a una fracción del pueblo-clase judío pero no a la totalidad o mayoría de sus miembros. Por eso los argentinos (como en cualquier otro país) tenemos muchos amigos, compañeros o conocidos que son judíos plenamente identificados con nuestra tierra, algunos religiosos y otros no. ¿Dónde ubica Buela a esa inmensa cantidad de sujetos que son judíos? Finalmente, si se refiere al judaísmo como sinónimo de raza (cuando hace referencia a sus caras), también está equivocado, ya que desde sus orígenes lo que dio es una gran mezcla de grupos étnicos que de ninguna manera certifican el carácter correcto de la aplicación de dicha categoría.

Claro que las contradicciones del pensador de la pampa húmeda no terminan allí. Cuando en julio de 2007 se realizó el Congreso de Filosofía en San Juan, no perdió la oportunidad para lanzar una dura crítica que olía, como suele ser habitual en Buela, a un poco disimulado resentimiento por no haber ocupando un lugar destacado como organizador o disertante en el mismo. En aquella oportunidad, después de algunas chicanas, se refirió en definitiva con una buena opinión a Feinmann: “No concurrió José Pablo Feinmann que es hoy por hoy la voz de la filosofía argentina, sea por su manifiesto kirchnerismo, por su leído curso dominguero de filosofía en el diario Página 12, sea por méritos propios, que los tiene.”

Poco tiempo después (en el artículo sobre “Ñ”) cuando se trata de descalificar en masa a los filósofos de origen judío no duda en incluir al mismo que antes había rescatado por sus méritos. ¿En qué quedamos?

En definitiva, una vez más asistimos al espectáculo impresentable de un filósofo que, como tantas otras veces, se da el lujo de atacar a sus colegas (3) sin acreditar ningún tipo de méritos propios como para desembocar en semejante soberbia, pero con el agravante de que en esta ocasión los colegas son descalificados por sus orígenes judíos. Más lamentable aún resulta que este pensamiento primitivo, cargado de fobias, pretenda ser presentado como la quinta esencia de la nacionalidad argentina, cuando sólo tiene que ver con una versión reciclada del oscurantismo de grupos nacionalistas de derecha (fuertemente influenciados por pensadores europeos), que en su reiterado aislamiento respecto de nuestro pueblo pretenden interpretar o expresar su supuesta “esencia inmutable” desde una perspectiva elitista y prejuiciosa. Una vez más este filósofo “patriota” que recorre con frecuencia espacios alternativos, da una imagen equívoca tanto de la filosofía como del pensamiento autóctono. Pienso entonces que no le hacemos ningún favor a la necesaria unidad nacional para enfrentar al imperialismo y sus aliados internos, estimulando este tipo de discursos que sólo sirven para fragmentar a nuestro pueblo desde perspectivas sectarias. De allí que las diferencias filosóficas y teóricas presentes en los aportes de cada filósofo o cientista social de nuestra América Latina, deben ser evaluadas a la luz de la utilidad concreta incorporada a un proyecto y práctica para la liberación nacional y social.

La Plata, noviembre de 2007

(1) Publicado durante 2007 en www.politicaydesarrollo.com.ar

(2) Abraham León, La Conception Materialiste de la Question Juive, EDI, Paris, 1980

(3) Con respecto a sus colegas platenses dijo en el debate que sostuvimos en 2004 con la manifiesta intención de descalificar mis observaciones: “En una palabra, La Plata no ha dado nada, en orden al pensamiento, a la especulación intelectual, y si ha dado algo, tienen o adquirieron en La Plata taras irreductibles. Ameghino, un mamarracho como científico. Agoglia, que lo juzgue la izquierda. Pucciarelli, una nada filosófica. Disandro, un orate filológico. Korn, no era de La Plata.“

lunes, 4 de mayo de 2009

La dialéctica sinagoga-iglesia (2)

Existe una manera de distinguir un discurso antisemita de un discurso de simple crítica del judaísmo. La crítica del judaísmo como fenómeno cultural es tan legítima como cualquier otra crítica del mismo tipo. Su objeto son unos valores, unas formas de vida incluso, no un grupo concreto de personas como tales. La crítica del judaísmo puede ser durísima, pero no incurre necesariamente en una difamación racista. Es sabido que Nietzsche criticaba la cultura alemana de su tiempo. Nadie le calificará de germanófobo. El antisemitismo es otra cosa. No se refiere a valores o instituciones sino a personas demonizadas. El objeto de su discurso son individuos concretos en calidad de elementos de un conjunto definido por la etnia. El antisemtita no ataca al "sionismo", al "nacionalismo judío de extrema derecha" o incluso al "judaísmo" o a la "religión judía" (Shahak), sino a "los judíos", es decir, a sujetos físicos de derecho. Y el antisemitismo es, en segundo lugar, siempre difamatorio.  Ciertamente, la extrema derecha judía tiende a meter en el saco del antisemitismo toda forma de crítica al judaísmo, pero esta evidente manipulación propagandística no puede ser instrumentalizada, como hace Buela, para exonerar un tipo de discurso claramente antisemita afirmando que "los judíos" califican de antisemita toda crítica. Esta afirmación constituye, a su vez, un bulo antisemita.

Dicho esto, preguntémonos: el panfleto (no merece otro nombre) de Buela A propósito de la dialéctica sinagoga-iglesia, ¿es antisemita? Sin duda. Buela afirma que "los judíos" son los causantes de todos los males de nuestra sociedad y que sólo pueden dejar de serlo forzándoselos a la conversión. En caso contrario (amenaza) se corre el riesgo de tener que recurrir al exterminio, que Buela endosa a los nazis, supuestamente paganos, aunque los paganos rara vez se dedicaron a exterminar judíos, a diferencia de los papistas y de los cristianos, y aunque, además, el nazismo se declarara a su vez públicamente seguidor de Cristo y se nutriera de millones de católicos, así como de evangélicos antisemitas adoctrinados por Lutero en el odio al "judío".

El escrito de Buela es antisemita: (1) porque el objeto de la crítica no son unos valores e instituciones, sino unas personas concretas; (2) porque aquí no hay siquiera crítica razonada, ni esfuerzo de fundamentar, sino difamación pura y simple.

Decir que "los judíos" son los causantes de la corrupción y la decadencia de nuestra sociedad es una afirmación de hecho que debería poder verificarse, pero en realidad no puede serlo puesto que, por principio, "decadencia" es un término problemático que queda indefinido en el texto. ¿Se refiere a que los judíos cometen o inducen a cometer de alguna manera todos los delitos que acontecen en las sociedades occidentales? !Se trata, no hace falta comprobarlo, de una auténtica calumnia! Buela no puede "conocer" eso y el simple sentido común dicta que aunque algunos judíos puedan cometer delitos, también los cometen los gentiles. Basta consultar las estadísticas. ¿A qué se refiere pues Buela con "la decadencia"? ¿Al rechazo de las normas culturales católicas? Pues, ciertamente, si eso fuera decadencia, entonces la Grecia de Platón era ya decadente, y lo eran la China, Egipto, la India... Todas las civilizaciones no cristianas serían decadentes, sin necesidad de albergar "judíos" en su seno. En fin, las afirmaciones de Buela se desmoronan al soplo del más liviano examen.

Pero ya en el artículo de Buela tendría éste, si no fuera un pseudo filósofo al que los ultraderechistas de l'Action Française -Boutang- le regalaron el título en la Sorbona, motivo para la reflexión. Porque lo propio de Buela es que no reflexiona. NO PIENSA NUNCA. Emite gruesas afirmaciones ex cathedra, a cual más discutible o directamente más absurda. Como acostumbran a hacer los católicos y los cristianos en general cuando se meten en materia científica, ellos conocen ya la verdad de antemano, por revelación, y todo lo que no coincida con el dogma "saben" que es falso. No sienten el deber intelectual de tener que demostrar nada. El insulto o la descalificación del infiel sustituyen al argumento.

Ahora bien, esto les lleva a cometer las más flagrantes incongruencias lógicas, como es el caso. Buela sostiene que todo el mal viene de los judíos, que sólo la conversión de los judíos al catolicismo (¿por qué no a la religión evangélica?) nos librará de la decadencia. En suma, la institución eclesiástica sería el factor moralmente regenerador de occidente, de lo que se desprende que en la iglesia no podremos encontrar otra cosa que una inmensa reserva de virtudes éticas dispuestas a derramarse sobre la sociedad en el momento en que los "perversos" judíos se conviertan y dejen de envenenarla. No obstante, la pederastia masiva de los sacerdotes católicos demuestra exactamente lo contrario. Se derrama algo, sí: semen en la boca de un niño. Si existe una forma de "decadencia" es el abuso sexual de menores por parte de adultos, algo tan infamante que despierta el más radical rechazo por parte de la sociedad. La pregunta es: ¿son judíos quienes cometen tales abusos? ¿No son, más bien, hombres de la iglesia y nada menos que su élite, los sacerdotes? Evidentemente, en toda institución puede haber personas que -como casos aislados- cometan transgresiones y no por ello la institución misma deberá quedar desacreditada. Pero cuando nos topamos con cifras de hasta 4500 sacerdotes católicos norteamericanos implicados en casos de pederastia y con una voluntad probada, por parte del Vaticano, de ocultar dichos escándalos aunque fuera a costa de ignorar a las víctimas, niños indefensos, la afirmación de Buela de que la conversión de los judíos nos librará de todo mal suena literalmente vomitiva, repugnante, indigna de un "pensador"...

Buela debería explicar estas contradicciones en su artículo. Debería salir al paso de evidencias que cualquier lector con una cultura media podría objetarle. Pero Buela ni siquiera se molesta, a pesar del título de su artículo, en entrar en una reflexión dialéctica sobre cualquiera que sea el tema de su texto. Nada más antidialéctico que su prosa. No hay más que tesis (=dogma), pero de la antítesis nunca más se supo. Buela se limita, sin ningún fundamento, a (ab)usar del nombre de la filosofía para difamar a "los judíos", pero nada hay de filosófico en su penoso redactado repleto de faltas de ortografía. El opúsculo es un simple libelo antisemita. Nada más. Las personas que consideran a Buela un "investigador" deberían empezar a replanteárselo. Buela podría resultar a la postre un perturbado mental, las conclusiones que saca de premisas ellas mismas insostenibles no dicen nada bueno sobre el funcionamiento de su mente, pero a la espera de un dictamen psiquiátrico, lo cierto es que los escritos de Buela sobre los judíos son de juzgado de guardia. Si alguien dijera que los españoles somos los causantes de todos los males del mundo, de su decadencia, etc., yo llevaría al injuriador ante los tribunales. No parece que "los judíos", tan malvados y tan poderosos según Buela, le hayan interpuesto una querella criminal por las afirmaciones que vierte en el citado escrito, patentemente calumnioso a mi entender. Valga este simple hecho a modo de refutación del delirio paranoico de un católico medieval que parece seguir viviendo en el mundo de las brujas.

Buela no es un filósofo. Será otra cosa (me reservo para mis adentros el epíteto que se merece este individuo), pero en cualquier caso no, nunca jamás, un filósofo.