jueves, 1 de enero de 2015

La Teoría del Disenso o "rebanadas de inepcia intelectual" (3)

Refutar a Buela: un juego de niños.
  















Proseguimos con la tercera entrega del análisis del artículo de Buela sobre el disenso. Obsérvese el siguiente pasaje del abstract:
Nuestra propuesta del disenso como verdadera causa agente de la teoría crítica posmoderna, intenta abrir espacios al verdadero pluralismo social en el seno de un sistema democrático procedimental y por ende vaciado de contenido. Al consenso de los grandes partidos debemos agregar las múltiples y variadas "mesas de consenso social" patrocinadas por los grandes lobbies e instituciones de la sociedad civil, para que cambiando algo, nada cambie. 
Como sabemos, la fuente de este texto está aquí:   
http://www.redalyc.org/pdf/279/27992707.pdf

Buela "propone" una teoría del disenso, una alternativa a una supuesta "teoría del consenso". ¿A alguien se le ha ocurrido reflexionar un instante sobre la contradicción inherente a tamaña "propuesta" "filosófica"?

Contradictio in adjectio 

Véase. Si, estando bajo los efectos del alcohol o las drogas, aceptásemos la ocurrencia de Buela, pondríamos de manifiesto inmediatamente, no un "disenso", sino... un consenso
Con lo cual la teoría quedaría refutada de antemano en el acto mismo someterla a discusión. 

Si, en cambio, fuésemos coherentes con la "teoría" (¿?) del disenso y disintiésemos de ella, tendríamos que reividicar, una vez más, el consenso frente al disenso. 

La "teoría del consenso" como objeto de la crítica frente a la delirante "teoría del disenso", siempre gana. Sea C = consenso y D = disenso. Si C, entonces no-D, y si no-C, entonces no-D, luego, en cualquier caso, no-D. La teoría del disenso se anula a sí misma como teoría sin tener que dar una paso fuera del abstract. Toda teoría como tal apela a un consenso, es decir, a una pretensión de validez. Cuando una teoría desempeña ésas sus pretensiones, deviene verdadera y quedará consensuada. Si no, rechazada. La teoría del disenso tiene, pues, por definición, que ser necesariamente falsa en tanto que teoría. 

Buela ni siquiera es capaz de entender algo tan básico como el concepto mismo de teoría y ya no digamos sus supuestos pragmático-trascendentales. Mucho antes de que Habermas convirtiérase en el mayor filósofo vivo, ya Husserl, el fenomenólogo judío maestro de Heidegger, plantó en sus Investigaciones lógicas (1900) la evidencia de que el significado mismo del término "teoría" es el que es. Al igual que el concepto de "círculo" excluye el concepto de "cuadrado" en su significado, una "teoría" del disenso, una teoría que pro-ponga la validez del "disenso como tal" frente al "consenso como tal", carece de sentido, es una contradictio in adjectio.

Jürgen Habermas, filósofo alemán de prestigio mundial.
Buela farfulla sobre una "verdadera causa agente de la teoría crítica", o sea, que pretende validez para su teoría. ¿Qué forma adoptará la admisión de la propuesta de Buela como "verdadera" sino el consenso de quienes virtualmente la compartiéramos (si no estuviésemos frente a una mamarrachada tabernaria)? ¿Y qué sería entonces de tal teoría en cuanto teoría del disenso? ¿O acaso créese Buela que, en la teoría de la acción comunicativa de Habermas, el "peso del mayor argumento" (Triftigkeit) no presupone un debate y un contraste de pareceres? Precisamente, esa libertad y simetría de todas las partes disintientes es el centro de la propuesta de Habermas. Para los que nos hemos molestado en leer el libro criticado por Buela, está claro que de aquélla surge en Habermas el tan traído y llevado consenso, no de la ciega imposición de los lobbies o cosas por el estilo.

La deshonestidad intelectual de Buela

La teoría de la acción comunicativa, como su nombre ya indica para los que saben leer al menos el título de la obra (no así Buela), establece las bases transcendentales y éticas de aquel diálogo en cuyo seno puede surgir un consenso legítimo. Legítimo =racional. De ahí que se caracterice a Habermas, con Apel, como promotor de la denominada ética dialógica = ética del diálogo. Buela ignoró, sin embargo, el libro de Habermas. Atacó a Habermas sin tener ni la más remota idea de aquéllo que Habermas exponía en su obra. Un proceder intelectualmente deshonesto pero típico de este farsante que es Buela. El "filósofo" de la Pampa denosta el "consenso" según le "suena" que implicaría un acuerdo de facto entre los poderes existentes, justamente aquéllo que Habermas rechaza. 

Por si fuera poco, y hete aquí lo más grave del asunto, suponiendo que existiera en algún lugar un ejemplo de un consenso de facto, no dialógico, sino dogmático y autoritario, ése es el de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, o sea, el de la fe, aquéllo tan "posmoderno" que Buela nos tiene preparado como solución de recambio al dominio de las "mesas de consenso social" (¿cuáles?) presuntamente fomentadas por Habermas. 

Más absurdos

El Prof. Dr. Alberto Buela, en el colmo de la inepcia filosófica, añade a continuación lo siguiente: el sistema democrático es "procedimental y por ende vaciado de contenido". Desde luego, no se puede ser más inconsecuente, que en tales ejercicios ostenta Buela como poco el récord Guiness. En efecto: por una parte denuncia Buela el consenso tácito o acrítico existente, lo que es un lugar común, pero, por otra, protesta que ese consenso no existe, pues el sistema democrático está "vaciado de contenido". Y, ¿por qué? Porque la democracia sería ante todo procedimental. !Pues claro, señor Buela, ese procedimentalismo, si fuera genuino, constituiría la condición, el requisito de un verdadero pluralismo y, por ende, del logro de la verdad! Cuando, en lugar de ser procedimental, la democracia comporta ya un contenido ideológico metido, por decirlo así, de contrabando o por la puerta trasera en el debate, entonces desembocamos en la actual "falsa democracia" del capital. Si puede criticarse en algo la democracia liberal burguesa actual -y digo la realidad de esa democracia, no la propuesta crítica de Habermas a la misma- es precisamente porque no es suficientemente procedimental, porque hace trampa y nos impone un consenso de valores que no está sujeto a discusión. Habermas perora sobre la manipulación de las instituciones democráticas por parte de los famosos "poderes fácticos", un discurso poco original; Buela, nostálgico de la Edad Media, sueña empero día y noche con cambiar una imposición (la capitalista) por otra, la suya (eclesiástica); con inocularles, en suma, a esas mismas instituciones pseudo democráticas un "contenido" ideológico situado más allá de todo disenso: la teología católica. Pues no nos engañemos: el "disenso" bueliano es, en verdad, el retorno de la inquisición medieval. 

Barcelona, 31 de diciembre de 2014