Buela en un acto del MSR. Una muestra del "pensamiento profundo" de este colaborador de Margarita Mauri en la Universidad de Barcelona.
"En el fondo, este encumbrado tribunal hispánico se ha
portado como un cabrón" (Alberto Buela dixit).
Hete aquí un artículo de
Buela que es un auténtico escándalo de arrogancia, ignorancia, chulería y
egolatría. Lo publica el "filósofo" aquí:
Protesta porque le han dado el premio
Príncipe de Asturias a Alain Touraine y Zygmunt... Barman (sic).
Se refiere a Zygmunt Bauman, pero no sabe ni escribir su apellido correctamente. La crítica del impresentable Buela a Bauman
y Touraine es la siguiente:
"dos personajes que en el mundo del pensamiento más profundo y serio, no significan absolutamente nada, el primero por oportunista (se ha acomodado toda su vida a las más variadas circunstancias políticas para quedar al calor del poder) y el otro, por sionista y loobista (sic) pro hebreo"
Bauman nada significa como intelectual porque es "pro hebreo". ¿No es éste el obsceno "argumento" de un antisemita?
Buela decide cuál es el mundo del pensamiento más profundo y serio, y otorga el premio a Margarita Mauri y su equipo de investigación, del que, casualmente, forma parte el propio Buela, quien no duda en proclamarse juez y parte. Está encantado de conocerse a sí mismo este dechado de la aristotélica "virtud".
Buela decide cuál es el mundo del pensamiento más profundo y serio, y otorga el premio a Margarita Mauri y su equipo de investigación, del que, casualmente, forma parte el propio Buela, quien no duda en proclamarse juez y parte. Está encantado de conocerse a sí mismo este dechado de la aristotélica "virtud".
Desde luego, quien así se expresa no puede ser serio, ni educado, por no hablar del absoluto desconocimiento de los autores a quienes desautoriza de la manera más brutal y grosera. Sostiene que el tribunal del premio se ha comportado "como un cabrón" y a continuación protesta por el lobbismo, cuando él mismo sólo representa a otro lobby. Es su forma habitual de actuar: la injuria como argumento.
Pretender que Bauman es un sionista y un lobbista se refuta con una simple lectura del autor de Modernidad y holocausto (1989), uno de los estudios más profundos y serios sobre el tema del Holocausto, donde Bauman, judío, critica al Estado de Israel por el uso que hace de la Shoah para legitimar su criminal impunidad y niega, entre otras cuestiones, que se pueda comprender el drama del holocausto imputándoselo al pueblo alemán (a la sazón uno de los menos antisemitas de Europa, según su opinión) o incluso al propio nazismo en exclusiva, siendo así que el genocidio forma parte esencial de la modernidad.
Desde luego, no son éstas ideas las propias de un sionista, en cualquier caso desconocemos qué pueden esgrimir Buela o Margarita Mauri para "ningunear" la trayectoria intelectual de Bauman y Touraine. A Buela se le conoce en el mundo del circo, pero ¿qué ha aportado a la filosofía excepto esa prueba de su incapacidad para comprender la ética dialógica frankfurtiana que es la "teoría" (¿?) del disenso? Por no entender, Buela no ha entendido ni siquiera a Heidegger, y eso que pasa por heideggeriano, pero no se sabe por qué. Nada más mediocre e incompetente que los escasos escritos de Buela sobre Heidegger. Si no capta al sencillo Habermas, !cómo va a entender a Heidegger!
Critica Buela la envidia, pero su panfleto insultante es una patente muestra de envidia por no haber obtenido el premio Príncipe de Asturias, al que, por lo que confiesa, aspiraba ingenuamente el pseudo filósofo patagónico.
Yo, en fin, no he aprendido absolutamente nada de Buela (pese a perder el tiempo leyéndole), y sí en cambio mucho de Bauman o Touraine. En cualquier caso, pretender que los 50.000 euros del premio tenía que embolsárselos Buela y que esto lo diga Buela insultando a los premiados, al tribunal y, en general, a los españoles (a los que califica, en un sentido claramente despectivo, de "gallegos"), por no hablar de su completa ignorancia sobre el tema, es de vergüenza ajena. Pero así es Buela.
Alberto Buela (1/6/2010)
Una vez más, el más importante premio a “las humanidades”, el Príncipe
de Asturias, ha sido otorgado a afamados ensayistas que no tienen nada
que ver con España, la lengua de los hispanos y su particular tradición
cultural.
Hace varias décadas atrás un muy buen pensador español, Gonzalo
Fernández de la Mora, en un libro memorable, La envidia
igualitaria, sostuvo que “la envida es el vicio capital de los
hispanos y la causa decisiva de sus caídas históricas. La inferioridad
de los españoles no sería intelectual sino emotiva”.
Nosotros, remedando a De la Mora, vamos a sostener
que la imitación, el remedo, la mala copia, sobretodo del mundo centro
europeo -Alemania, Inglaterra y Francia- es la tara hispánica. Y la
frutilla del postre es este Premio Príncipe de Asturias a Alain
Touraine y Zygmunt Barman, dos personajes que
en el mundo del pensamiento más profundo y serio, no significan
absolutamente nada, el primero por oportunista (se ha acomodado toda su
vida a las más variadas circunstancias políticas para quedar al calor
del poder) y el otro, por sionista y loobista pro hebreo.
Cómo será el carácter acomodaticio de Touraine que
inmediatamente declaró: “Este premio aumenta aun más mi conciencia
de ser un intelectual latino”. Una vez más la apelación a la latinité,
cuando les conviene. Este llamado a “lo latino” nos recuerda a Chevalier,
el canciller de Napoleón III, que inventó el concepto
de “latinidad” para poder justificar su intervención en Méjico con
motivo de la aventura un príncipe europeo, Maximiliano,
para Méjico.
Ya lo dijo Jorge Luís Borges: no ve venga a vender
eso de la latinidad que yo solo veo argentinos, colombianos, españoles o
italianos. Es un invento francés para curarse en salud en tierras
americanas. Y Borges sería conservador y antiperonista,
pero era un parapeto a la mediocridad.
En cuanto a Bauman respondió con el típico argumento
hebreo de que ellos son “maestros de humanidad”, sobre todo
cuando son laicos y agnósticos, y así dijo: “el Premio es un
reconocimiento a mi modesta contribución a la autoconciencia de la
humanidad”.
Pero si la humanidad no tiene manos ni pies, decía Kierkeggard,
a lo que agregaba don Miguel de Unamuno: “el
adjetivo humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto
humanitas. Ni uno ni otro, sino el sustantivo concreto: el hombre”.
Y Proudhon más tajante aún sostenía por doquier: “cada
vez que escucho humanidad, sé que quieren engañar”.
Habiendo tantos y tan buenos ensayistas, sociólogos, filósofos,
historiadores, politólogos de lengua española van a buscar a dos
intelectuales más mediáticos que sustanciales, más frívolos que serios, a
dos intelectuales que están reñidos con lo mejor de la tradición
cultural de los pueblos hispánicos.
Es que la tara hispánica es la imitación. La imitación al estilo de
un espejo opaco como es este caso, que imita y encima imita mal, en
forma desdibujada.
Nosotros por nuestra profesión lo vemos en la filosofía y más
específicamente en la filosofía antigua donde los estudiosos de lengua
castellana se desesperan por citar autores ingleses, franceses y
alemanes dejando de lado la citación de nosotros mismos. Todas las
traducciones del griego al castellano hecha por, generalmente buenos
investigadores de origen hispano, comentan traducen e interpretan al
modo los scholars ingleses o franceses o alemanes, y cuando
citan algún trabajo en lengua castellana es el de ellos mismos y de
nadie más. Esto último no hace más que confirmar la envidia señalada por
De la Mora.
Los investigadores de origen hispano han cedido ante “los
especialistas de lo mínimo” la interpretación de la filosofía, al menos
de la antigua, y han postergado aquello que fue signo de la inteligencia
hispana durante siglos: “la visión del todo de lo estudiado”. Esa
buena herencia de Grecia y Roma expresada por Platón:
“dialéctico es el que ve el todo y el que no, no lo es” (Rep. 537 c
14-15).
La diferencia entre el análisis moderno y el clásico es que el
primero descompone hasta lo mínimo y allí se queda, mientras que el
clásico, descompone hasta lo mínimo para luego sintetizar en “un todo”
de sentido.
Esta carrera de ciegos para ver la nada ha que se ha sometido el
pensamiento de lengua y raíz hispana en los últimos cincuenta años ha
producido en filosofía, además de los especialistas de lo mínimo, lo que
podemos llamar “la viaraza gallega”. Esto es, la reacción
intempestiva y arbitraria al estilo de del Valle Inclán.
El mejor ejemplo que conozco, obviamente, es la de los traductores al
castellano de las obras de filosofía, y ello se nota especialmente en
los tecnicismos filosóficos, cuyo mayor productor ha sido Aristóteles.
Así las palabras técnicas de uso universal en filosofía como
sustancia, accidente, acto, potencia, ser, ente, felicidad, virtud,
etc., que son fundamentales para entenderse entre los filósofos, han
sido traducidas de las maneras más arbitrarios y caprichosas que se nos
puedan ocurrir, por los investigadores desde hace unos cincuenta años
para acá.
Vayan algunos ejemplos: a) García Yebra traduce en
su Metafísica el término griego ousia por “esencia”,
en lugar de sustancia como se lo tradujo durante dos mil años. b) Hernán
Zucchi (argentino) se “le ocurre” traducir ousia por “entidad”,
provocando un galimatías ininteligible en su traducción de la
Metafìsica de Aristóteles. c) También “se le
ocurre” a Pallí Bonet (que debe ser catalán, pero la viaraza
gallega lo alcanza) al traducir la Ética Nicomaquea el
término técnico héxis que se traduce históricamente por hábito,
por la expresión “modo de ser”, con lo cual no se entiende
nada. d) Eduardo Sinnott (argentino) realiza la mejor
traducción anotada de la Ética Nicomaquea, pero la echa a
perder cuando “se le ocurre” dejar de traducir el término eudaimonía
por felicidad, para traducirlo por “dicha”. Esto es, gozo
individualista del hombre vulgar o dicharachero. d) Quintín
Racionero que “se le ocurre” en su anotada traducción de la Retórica,
no traducir un término fundamental como “antístrofa”, y luego
cuando tiene que traducir otra palabra fundamental como phornimós,
en lugar de hacerlo por “prudente”, por un prejuicio
anticristiano, lo traduce por el término burgués “sensato”. f)
Dejo para el final el caso de Mengino Rodríguez quien
en su reciente traducción del Protréptico (2007) ignoró
supinamente la nuestra (1983) y se atribuyó a sí mismo la primera
traducción del texto aristotélico.
Esta tara “gallega” es la que marca la capitis diminucio con
la cual estos se aproximan a los estudios clásicos. Sin ir más lejos el
año pasado fue rechazado un proyecto presentado por la muy buena
filósofa catalana Margarita Mauri de investigación
sobre la filosofía práctica de Aristóteles porque, “el
grupo solicitante no acredita publicaciones en espacios internacionales
reconocidos” (léase: revistas inglesas, francesas o alemanas) en
torno a los estudios aristotélicos… los participantes en el proyecto no
han optado por los espacios de
discusión aristotélica más consolidados (revistas internacionales,
etc.)”, afirmó el Comité de selección del Ministerio de ciencia e
innovación de España. Tuvo que aparecer una carta del profesor
norteamericano de la insignificante Northwestern University
para que “los gallegos” del comité de selección aceptaran el proyecto.
Hoy el más encumbrado tribunal en estudios humanísticos del mundo
hispano acaba de otorgarle el premio más importante en euros (son
50.000) a dos personajes, que con su obra y su prédica denostan al mundo
que los premia. En el fondo, este encumbrado tribunal hispánico se ha
portado como un cabrón, ha gastado los dineros de los españoles en
premiar a aquellos cuya producción y verba ha ido siempre contra España y
aquello que lo hispano representa en el mundo.